POR: JORGE ENRIQUE PAVA QUICENO
Definitivamente Manizales pasa por la peor crisis administrativa de su historia. Cunden los problemas, abusos de autoridad, extralimitaciones de poder, violaciones legales, procedimientos absurdos, improvisaciones, atropellos y otras aberraciones inimaginables. En resumen: en la alcaldía de Manizales encontramos comportamientos que se traducen en corrupción, desgreño de lo público e intenciones orquestadas por personajes perversos soterradamente dotados de poder, pero sin ninguna responsabilidad; o con máxima responsabilidad, pero sin escrúpulos.
En la grabación donde Espejo evidencia la persecución emprendida contra la “chusma” laboral que viene de gobiernos anteriores, pregunta por qué no se miran otras entidades que supuestamente recibieron en bancarrota. Pues bien, empezaremos con Aguas de Manizales y la Ptar:
Desde que Carlos Mario era concejal, se opuso a la construcción de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (Ptar), hecho evidenciado en su voto negativo a este proyecto. Sus intervenciones solo buscaban figuración, histrionismo y escándalo mediático. Ya como alcalde electo, colmó de sombras el proceso licitatorio y la adjudicación del contrato, el cual fue finalmente abortado por la administración anterior. Hoy esa arma innoble y mentirosa le pasa la cuenta de cobro, ya que él mismo se ha encargado de demostrar que, lo que denunciaba con alharaca, solo eran embustes efectistas.
Argumentaba que el sitio de construcción no era el adecuado; que los diseños no eran los apropiados; que el presupuesto estaba desfasado; y que el proceso licitatorio estaba orientado a un solo proponente. Eso fue lo que expuso en comunicados escritos y de lo que convenció al procurador Carrillo, quien vino a la ciudad a amenazar y a ayudarle a entorpecer una obra que Manizales veía, ¡por fin!, convertida en realidad. ¿Y qué tenemos hoy?: El sitio de construcción es el mismo; los diseños son exactos; el presupuesto de $ 102.238.293.191, idéntico. Solo varía el proceso licitatorio que ha sido amañado con condiciones más laxas que disminuyen las exigencias de capacidades técnicas y de experiencia en los oferentes; excluyen la obligación de que empresas manizaleñas participen en su construcción; y disminuyen la exigencia de índices financieros, exponiéndose a que la obra quede en manos de empresas sin respaldo económico. ¡Irresponsable!
No se requiere ser un economista curtido para darse cuenta de que, en esas condiciones, el presupuesto de la obra no puede ser el mismo hoy, que hace dos años cuando se calculó. En la fecha de estructuración presupuestal (octubre de 2018) el dólar se cotizaba a $ 2.830; hoy se cotiza a $ 3.658. El salario mínimo de entonces era $ 781.242; hoy es $ 877.803. Si tenemos en cuenta solo esos dos indicadores básicos, encontramos que la obra ya es imposible de ejecutar con un presupuesto que ha permanecido estático, mientras los costos se han incrementado en más del 20 %. Y quien asuma la obra, seguramente vendrá por el anticipo (20 % del presupuesto) y se dedicará a entablar pleitos sucesivos para evitar la quiebra. Es decir, vendrá por una obra que Manizales necesita, la truncará, y dejará a la ciudad sin la obra, sin el presupuesto y sin la posibilidad de desarrollarla. ¡Eso es esta administración: mucho de escándalo y fosforescencia; pero poco de capacidad, conocimiento y lógica! ¿Alguien puede discutir esto con argumentos válidos? ¡Lo dudo!
Aún así, el alcalde tiene el descaro de mentir ante el Presidente, prometiendo inversiones por valor de $ 650 mil millones. ¡Granuja! Esas inversiones solo existen en su imaginación. De ahí que, sabiendo que el presupuesto de la Ptar es de $ 102 mil millones, anuncia una inversión en ella por $ 150 mil millones. ¿O será que tiene calculado licitar la obra con un presupuesto inicial absurdo para excluir a los proponentes sensatos, y ajustarlo después hasta los $ 150 mil millones cuando quede en manos de su dirigido? Creo que, por transparencia, este proceso debería aplazarse hasta que una veeduría objetiva y decente analice los riesgos de otorgar un contrato a sabiendas de que el presupuesto es insuficiente, y de que adjudicarlo en estas condiciones solo traerá pérdidas inmensas para la ciudad.
Estamos frente a un alcalde que, más que mentiroso, es un alcalde de mentiras. ¡Pobre mi Manizales!
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