POR: JORGE ENRIQUE PAVA QUICENO
El miércoles de esta semana, ante la aglomeración de personas en el centro, las galerías, barrios y parques de Manizales, publiqué en mis redes sociales algunas fotos donde se evidenciaba la situación, y le hacía un llamado al alcalde, Carlos Mario Marín, para que asumiera su papel de primera autoridad de policía e hiciera cumplir las normas. No fue un llamado político, ni oportunista, ni aleve como quisieron hacerlo aparecer quienes hacen parte de su bodega mediática. Fue un clamor ciudadano de alguien que se siente solo, desprotegido, y víctima del atentado que nos hacen a diario aquellos que, sintiéndose muy vivos, retan a un virus que viene dejando una gran estela de muerte en todos los rincones del universo. ¿No tendré acaso derecho a hacer este llamado, cuando la propagación del virus es evidente y el peligro nos ronda en todas las actividades? ¿Quién, diferente del alcalde, está llamado a ejercer la autoridad para controlar la inconciencia ciudadana? ¿Pedirle a quien tiene como función ejercer la autoridad para el bien común, es acaso un acto rechazable?
Afortunadamente, y tal vez por coincidencia, el alcalde Marín adoptó medidas más rigurosas para ponerle coto a esa gran cantidad de irresponsables que no han querido asimilar la magnitud de esta tragedia. Son medidas que nos encierra aún más, pero son bienvenidas ya que están orientadas a salvar vidas; son totalmente aceptables, en medio de la gente que hace ostentación de una rebeldía estúpida y asesina.
Ya lo habíamos dicho en este espacio: no es fácil para ningún gobernante asumir la inmensa responsabilidad de afrontar estos momentos con fluidez y solvencia. En esta pandemia todos somos novatos, primíparos, ignorantes y aprendices; y la vida les puso en sus manos a los actuales alcaldes y gobernadores un reto desconocido que requiere de la ayuda de todos y de la nobleza de nuestros gobernantes. Aquí no cabe la soberbia, ni la figuración mediática, ni la vitrina política, ni la alharaca desmedida, ni los comportamientos infantiles. La gravedad de la situación demanda unos gobernantes aplomados, serios, maduros en su actuar, y desprendidos del afán publicitario; y unos gobernados dispuestos a aportar lo suyo, alejados de conveniencias personales o lucrativas. Demanda actos humanos y de corazón, porque todos estamos en el mismo equipo y bajo la mira del mismo enemigo mortal.
Por eso, desde aquí, reclamamos un trabajo armónico entre los alcaldes y el gobernador. En el caso de Manizales, hemos visto a un gobernador atendiendo todos los frentes de manera eficaz, preocupado por generar orden y prever lo que se nos viene; y a un alcalde lejano, queriendo marcar distancia y proyectar que su poder no es abordable por quien tiene una mayor jerarquía territorial por mandato constitucional. ¡Y eso no lo podemos admitir! Luis Carlos Velásquez es nuestro gobernador y Carlos Mario Marín es nuestro alcalde; así lo quiso el pueblo y lo definió en un arrollador evento democrático, y ambos juraron sus deberes para con el pueblo. No podemos permitir que en Caldas tengamos ese choque de trenes que ha enfrentado a Claudia López (con evidente cálculo político) con el presidente Duque, y que solo ha logrado desgastar a los gobernantes en detrimento del pueblo.
Hay que hacerle un llamado al alcalde Carlos Mario para que se despoje de su afán mediático. Ya es el alcalde y no necesitamos más campaña política. Sus aspiraciones futuras son respetables, siempre que no involucre a la ciudad en ellas. Porque cualquier cálculo diferente a gobernar adecuadamente para enfrentar la pandemia, significa en estos momentos un atentado masivo en contra de los habitantes de Manizales; en contra de sus gobernados. Y eso, estoy seguro, no es lo que el alcalde quiere, y mucho menos lo que nosotros necesitamos. Sigamos haciendo esfuerzos conjuntos; volvámonos partícipes de las soluciones; colaboremos entre todos para enfrentar este enemigo. En esta crisis todos somos protagonistas: como salvadores, o como víctimas; y del alcalde depende el ejercicio de la autoridad para controlar a quienes pretendan desbordarse. ¡Solo pedimos autoridad!
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