POR: JORGE ENRIQUE PAVA QUICENO
El Gobierno Nacional viene anunciando medidas de alivio para las clases menos favorecidas, y acciones de protección temporal para aquellos colombianos que están afrontando esta crisis en medio de la impotencia de no tener forma de llevar alimento a su casa y sostener a su familia. Y eso está bien, siempre y cuando se actúe con celeridad y no suceda lo que suele suceder con los trámites estatales, cuyos resultados se producen cuando el mal es irremediable.
Pero ese mismo Estado permanece inmóvil y casi indiferente ante la crisis que afronta otro sector de la sociedad, con menos agallas para protestar, pero con mayor incidencia en el desarrollo del país: los empresarios privados independientes y generadores de riqueza. ¡No hay derecho!
Es increíble, por ejemplo, que se decida diferir el pago de servicios públicos de los estratos 1 y 2 (¡Ojo!: diferir; no condonar) por algunos meses y olvidarse de los demás estratos que son quienes subsidian permanentemente a los primeros. No tienen en cuenta que en esos estratos están los comerciantes e industriales que, en medio de la crisis, han decidido seguir pagando la nómina aún con las empresas cerradas; o defender los empleos de trabajadores a costa de su patrimonio personal; o sacrificar de su bolsillo inmensos recursos para paliar las necesidades colectivas. ¿Es esto justo, cuando esas mismas empresas de servicios públicos exponían con orgullo hace unos días millonarias utilidades acumuladas?
De igual manera algunos bancos (a quienes salvamos todos los colombianos de una quiebra inminente hace unos años), están desfigurando el sentido de las decisiones gubernamentales para soliviar la crisis. El Gobierno Nacional, por ejemplo, destinó billonarios recursos para ayudar al sector turístico y hotelero que, por obvias razones, es de los principalmente afectados; dispuso créditos a largo plazo a una tasa del DTF más 0 %, con respaldo del Estado, y Bancolombia, por su intermediación, cobra el DTF más 12 %, 13 % o 14 %. Es decir, lo que se concibe como una medida de urgencia que podría salvar un sector tan importante, es utilizado por la banca para seguirse enriqueciendo. Igual pasa con Finesa, entidad que considera que un alivio para sus deudores es prorrogar un mes en el plazo la deuda, y volver a la normalidad de los créditos a los treinta días, como si esta crisis fuera de solución inmediata.
Y así son muchos los ejemplos que podríamos poner de entidades que pretender hacer su agosto empobreciendo a sus clientes en medio de la angustia y desolación. Pero no es solo la banca: el Estado sigue como si nada pasara y el gobierno no se inmuta para adoptar medidas que alivien la situación impositiva de los colombianos. La Dian sigue ejerciendo presiones; las entidades territoriales siguen cobrando sus impuestos; el ICA, predial, IVA y demás impuestos territoriales y nacionales permanecen inmodificables, mientras los contribuyentes seguimos sin recibir ingresos, sin producir para pagarles, y sin acceso a una banca que mucho anuncia, pero poco obra.
Al paso que vamos, después de esta crisis habrá un sistema judicial inmensamente colapsado por demandas de bancos que quebraron a sus clientes; del Estado que volvió irrecuperable la situación económica de los contribuyentes; y de arrendadores que dejaron de recibir sus cánones por la quiebra de sus arrendatarios; las calles atestadas de empleados de empresas públicas suspendiendo los servicios de usuarios morosos, y los teléfonos colapsados por llamadas de cobradores noctámbulos que acosan desde las cinco de la madrugada.
Si no se adoptan medidas drásticas desde ya, cuando pase la pandemia nos veremos enfrentados a inmensos problemas sociales y económicos inmanejables. De mucho le va a servir a la banca llenarse de inmuebles y muebles secuestrados y embargados, que deberán sostener y mantener; o a la Dian quebrar a los contribuyentes que son su fuente de ingresos; o a municipios y departamentos ahogar a los ciudadanos y generar crisis locales que no podrán salvar. En esta pandemia todos somos iguales y todos necesitamos de alivio. ¡Aquí no puede haber discriminación ni populismo! ¡Auxilio!
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