¡Ojalá me equivoque!

POR: JORGE ENRIQUE PAVA QUICENO

Se acabó 2019 y con el fin de año se les esfuma el poder a algunos funcionarios que, hasta hace apenas dos días, hacían ostentación de sus puestos y ni se dignaban mirar a sus amigos que les ayudaron a llegar al poder, y a obtener los votos necesarios para montar todo el entramado que hoy finaliza. ¡Cómo duele la ausencia de poder! ¡Cómo duele tener que pisar la misma tierra de los demás mortales, después de cuatro años de levitación, orgullo, prepotencia y menosprecio! ¡Cómo duele volver a sentirse un individuo más de la sociedad, después de despreciar a sus semejantes durante 1460 días, en los que creyeron haber tocado el cielo con las manos! ¡Cómo duele volver a la realidad y enfrentar, de tú a tú, a quienes maltrataron, por ser sus empleados!

Y de los medios de comunicación, ni se diga. En campaña, la gran mayoría de políticos buscan medios, periodistas, directores de espacios, dueños de revistas y periódicos, impresores de publicaciones, etc., y tratan de mostrarse generosos, dadivosos y benefactores, buscando divulgación de sus nombres, sus promesas y sus propósitos. Pero una vez en el poder, todo se acaba. Descargan todas esas virtudes en un jefe de prensa o terceras personas, cuya misión es tratar de minimizar las divulgaciones y someter a un desgaste deshonroso a los periodistas que prestan un gran servicio a la sociedad. Pasan de ser profesionales adulados, a parias humillados. (Advierto que desde hace varios años no tengo espacios periodísticos para comercializar, ni mis ingresos dependen de pautas publicitarias).

Seguramente muchos de estos funcionarios cumplieron su misión. Unos de ellos lograron sus metas de trabajo y serán recordados con nostalgia en la sociedad. Otros lograron llenar sus arcas personales y tienen una paz económica que seguramente riñe con su tranquilidad espiritual y judicial. Pero la ley de la compensación es implacable, por lo que seguramente veremos enaltecidos a los primeros y degradados a los segundos. Los primeros permanecerán con su frente en alto y caminando hacia el éxito; los segundos no se atreverán a mirar a los ojos a sus semejantes, y terminarán presos y aislados en sus pequeñas mafias tratando de atesorar más y más, y posando de grandes señores. 

-o-

Hoy empieza una nueva etapa administrativa con algunos funcionarios que, en el caso de Manizales, tendrán que enfrentar secretarías e institutos descentralizados con serios problemas de funcionamiento, y delicados manejos económicos.  No va a ser fácil enfrentar, por ejemplo,  el problema del desempleo creciente en la ciudad, con People Contact S.A. en crisis y sin una cabeza que sepa realmente de este tema; o Infimanizales, cuya relación con las demás empresas del municipio es definitiva, sin un gerente con experiencia financiera calificada; o el Cable Aéreo, cuyas arcas han sufrido una permanente disminución, sin tener claro que para su solución hay que abordar el sistema general y tocar a las mafias transportadoras que lo tienen deprimido; o el crecimiento comercial, industrial y de construcción, sin tener en cuenta que Manizales necesita zonas de expansión reales y un sistema tributario que atraiga inversionistas que confíen en la ciudad. 

Ojalá me equivoque, pero creo que Manizales va a entrar en una especie de patria boba, con una administración llena de buenas intenciones, pero sin posibilidades de enfrentar la grave problemática que se presenta. Porque no basta con dotar las secretarías y las gerencias de institutos con personas nuevas (de quienes no dudo en lo más mínimo, con una sola excepción), para darle gusto al público y hacer sentir que es una alcaldía incluyente y diversa, cuando lo que hay en juego es el futuro de una ciudad en crecimiento y desarrollo que requiere de experiencia, tino y capacidad en su administración. Ya se acabó la etapa mediática, de la selfi y de figuración en los medios. Ya es hora de gobernar con señorío, porque Manizales es una ciudad señorial. (Claro que mi escepticismo fue igual al inicio de la alcaldía de Octavio Cardona, y hoy tenemos que reconocer que entrega una ciudad transformada). Repito: ¡Ojalá me equivoque!

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